Saber hablar en público y realizar presentaciones es una habilidad clave, sin embargo, la inmensa mayoría de las veces no somos nosotros los que hacemos las presentaciones sino los que las escuchamos y el sacar partido de esta situación también es una habilidad, igual de importante, si no, más, que el saber hacerlas. Análogamente ocurre con el liderazgo, existen multitud de cursos sobre cómo ejercer un liderazgo pero no existen cursos de “Cómo ser liderado”.
Pero de verdad, ¿qué beneficios vamos a sacar de escuchar una presentación? Quizás el principal no sea el que piensas ahora, el que te va a mostrar un contenido que no sabías. Seguidamente expongo una pequeña lista de consejos para maximizar el partido que le puedes sacar a escuchar una presentación en público:
- Escoge la presentación que escuchar. La principal ventaja de escuchar presentaciones no es necesariamente el tema ni el presentador (aunque el presentador sea un “aburrecabras” o te quiera vender una batidora), pero si el tema es interesante y el presentador bueno, mucho mejor.
- Pon en modo avión el teléfono y… el ego. Evita distracciones, sobre todo el móvil, ponlo en modo avión y guárdalo para quizás alguna foto de un dibujo o esquema que veas interesante. Los whatsapps, los emails, las llamadas, etc. no descansan durante las presentaciones y no van a parar de tentar a nuestra ya débil atención. Luego está claro el respeto a los demás. Tampoco debemos ir con ideas preconcebidas ni a hacerle un examen al presentador o sobre el contenido, no somos jurado de Got Talent Presentations. La actitud hacia el presentador y organización sería la de agradecer y reconocer, seguramente se lo han trabajado mucho y sobre todo tienen el valor de compartir su experiencia contigo.
- Escuchar es en sí un mini mindfullness y un ejercicio de humildad. Escuchar es prestar atención, es estar centrado en un tema, además el estar en público escuchando con otras personas nos obliga a estar callados y a estar en el aquí y ahora, es un gran momento de introspección. Escuchar una presentación es casi como ir en avión donde te pones los cascos y te puedes centrar en un tema sin que nadie te moleste, todo un lujo en estos tiempos de alta distracción.
- Si puedes, coge un buen sitio. ¡Cuánto más cerca mejor! Donde se vea y se escuche bien, ponente y pantalla. Si tienes la mala suerte de que una persona grandota como yo se te ponga delante o si la sala no está bien acondicionada, como suele ocurrir en la mayoría de los casos, te pueden dar la presentación.
- Dicen que tenemos dos orejas y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos. ¡Es el momento de ponerlo en práctica!. Infórmate antes de la presentación si vas a tener acceso a la presentación para no tener que tomar notas de contenido. Mejor sin electrónica, saca una hoja y un bolígrafo, basta que le falte batería al dispositivo o cualquier otro contratiempo para perder el hilo. Y ahora, con todo listo relájate, respira hondo y escucha. Deja que la presentación masajeé tu cerebro y… que empiece la magia. Si se te despiertan emociones, las que sean, aunque sean las ganas de tirarle el bolígrafo al presentador, es que la cosa va bien. Somos seres emocionales y solo aprendemos de verdad si hay emociones asociadas que fijan contenidos.
- Y ahora si, ¡atención, atención! ¡Lo que más valdrá de la presentación son las nuevas ideas que la presentación y tu predisposición harán surgir de tu cerebro!. Deja que las ideas que te están aportando y las tuyas tengan un momento de intimidad y que surja la chispa entre ambas. Puede que la presentación te valga para justo para lo que estabas buscando tanto a nivel profesional como personal, puede que te den la solución al problema que tenías en la cabeza, puede que te den ideas de aplicación directa en tu empresa o en tu vida personal, puede que te aporten contenidos para desarrollar nuevos proyectos. Escribe, toma nota de lo que te vaya surgiendo de esa situación ya que esos momentos pasan fugaces, no dejes que una buena nueva idea se pierda. Toma notas sobre lo que la presentación te sugiera, haz gráficos, dibuja, pinta, deja que el cerebro conecte con el papel. Cuando acabe la presentación, a las pocas horas, elabora las ideas que te surgieron.
En resumen, para una mente abierta, sin distracciones, con el ego en modo avión y con retos que afrontar, las presentaciones en público, más aún si el ponente y el tema son buenos, son una grandísima fuente de inspiración para el cambio dentro del gran sudoku de nuestra vida.