Es común que, en foros empresariales, cuando se indica que eres cooperativa se acoja la noticia con cierta pesadumbre por las SA-SL presentes. Lo lógico es ser empresa privada o en inglés IOF (Investor Oriented Firm), los que asumen grandes riesgos y toman decisiones rápidas, las grandes empresas. A las cooperativas se les considera los torpes de la clase empresarial. Da la sensación de que si no eres una IOF tienes una discapacidad empresarial congénita.
Incluso en las escuelas de negocio más reputadas se tiene la misma visión. Se pasa de puntillas sobre el modelo cooperativo como si fuese algo que no merece la pena estudiarse y que haya que “empresarializarlo” a toda costa para alejarlo de sus males. En estos foros los cursos de cooperativismo se reducen a 10 segundos, “la cooperativa es una empresa como una IOF” dicen a los cooperativistas que asisten y, acto seguido y sin anestesia, exponen el modelo empresarial que conocen, el IOF, donde las finanzas son el rey , activo-pasivo, fondos de maniobra, ROI, etc. donde el inversor está sólo por el interés de la inversión en un proyecto, donde lo único que se quiere es más dinero que otro proyecto y si no me da lo esperado me voy. Para el modelo cooperativo este planteamiento es “desalmado” en el sentido literal de “sin alma”, parece que solo la “pasta” importa en el IOF. El pensamiento generalizado que cunde entre los cooperativistas que asisten a esta formación es “estos no tienen ni idea de lo que es una cooperativa, no se si he hecho bien en venir”. Porque en una cooperativa el dueño no está en ella sólo por “la pasta”.
En una cooperativa se está también por el dinero, claro que sí, pero no sólo por él. La relación del socio con la cooperativa es más compleja y el resultado final es un vínculo emocional profundo que hace que el socio esté en la cooperativa en la maduras y también en las duras y que, a diferencia los modelos IOF, uno no salga corriendo cuando las cuentas no salen un año, sino que se sostengan sobre los hombros de los socios individuales los malos momentos. Es aquí donde las cooperativas muestran una de sus grandes virtudes, su resiliencia. Las cooperativas ven nacer y morir empresas de todo tipo S.A., S.L. y familiares.
Que el proveedor sea también usuario de servicios, dueño, que espere beneficios y que ejerza un control, condiciona la gestión, la cultura, la estrategia y el liderazgo en cooperativas en muchos aspectos, positivos y negativos, y de formas que difícilmente se entienden desde el modelo IOF pero que no son síntomas de deficiencia sino de diferenciación.
Es cierto que el modelo cooperativo ha de ser competitivo como una IOF de cara al mercado, como no es menos cierto que al consumidor no le importa si un tomate ha sido producido en una cooperativa o en una IOF, de hecho, la mayor parte de los productos frescos que se producen en Europa vienen de cooperativas.
El mercado exige competencia, pero también cooperación, demanda rentabilidad, pero también valores, pide racionalidad pero además vínculos emocionales, piden un buen producto pero también sostenibilidad integral, piden un buen precio y también economía social, y es en todo esto donde las cooperativas podemos aportar mucho si terminamos de creernos nuestro potencial.